domingo, 1 de abril de 2012

Dos Cuerdas




Regresando en el tiempo, muy atrás podemos visualizar a un pequeño viviendo en uno de los sectores más pobres del estado. Su madre, junto a él, trataba de mantener lo principal en su casa humildemente construida: la comida. Miguel, o «Miguelito» como le decían, con nueve años no estudiaba y pasaba la mayor parte del tiempo yendo de aquí para allá, ayudando a su madre a la hora de recoger la ropa en una parte muy reducida de tamaño dentro de su casa. Pero cuando la mañana llegaba era el lugar perfecto para tender la ropa y que ésta se pudiera secar.

A pesar de los pesares, todo parecía estar bien y con la rutina diaria pronto todo dejaba de ser doloroso o difícil, y pasaba a ser algo más, un día más. Con muchos, y en su mayoría, grandes sueños, Miguel se despertaba día tras día con la esperanza de lograr algo para que todo cambiara. No imaginaba lo difícil que sería todo ese camino o lo difícil que se podría volver vivir.

Con el pasar del tiempo y con doce años, Miguelito se sentía muy desanimado. Estaba viviendo rodeado de murallas que no lo dejaban mirar más allá, y que poco a poco convertían sus esperanzas en tontas ilusiones. Un día, caminando hacia su casa pudo notar entre unas bolsas de basura algo muy parecido a un instrumento musical. Cuando lo ve mejor, se da cuenta que era un roto, sucio y viejo Cuatro que aun contaba con dos cuerdas. Le quitó lo sucio. Lo limpió un poco con su camisa menos vieja  -una de las pocas que le quedaban- y se dirigió a su casa.
En su casa, llena de silencio -puesto que su madre había salido a buscar algo de dinero- empieza a sentir cosas en el estomago pero no era nuevo. Era otro día más donde lo sentiría igual, sólo que esta vez contaba con algo extra en sus manos; el Cuatro.

Aunque tenía sólo dos cuerdas aún emitía sonidos, así que Miguel se empeñó en tocar sin saber mucho y de esa manera olvidar un poco el sentir en su estomago, producido por no haber comido desde la noche anterior.

Poco a poco fue combinando sus oídos y sus manos para poder tocar aquel instrumento. Haciendo melodías sin melodías fue enseñando a sus dedos a moverse con suavidad y con rigidez cuando debían. Su mirada por momentos se iba y regresaba del largo mundo que imaginaba. Era un mundo sin lugar, un mundo sin coordinadas. Se trasladaba a un sitio en el cual siempre había querido estar pero nunca había tenido lo suficiente para poder acercarse ni remotamente a un lugar parecido. Rodeado de miseria y pobreza, su vista no ayudaba al momento de aportar imágenes para ese nuevo mundo. Pero sin duda el amor de su madre lo ayudaba a crear nuevas cosas y ahora, tenía un fondo musical que colocar justo cuando cerraba sus ojos.
Su madre llegaba cansada de la ardua búsqueda por algo de dinero. Se disponía a cocinar lo poco que podía, con lo poco que había. Miguel, en un pequeño mueble -si es que se le podría llamar así- sin cojines, sólo una pequeña tela y unas piedras al final que hacían que no se cayera, la miraba llegar. Su rostro agobiado no la ayudaba, ya que ella tenía el mismo pero aun así se alegraba de verla llegar. Esa misma noche, mientras su mamá seguía cocinando una que otra verdura que quedaba en las gavetas de la dañada y vieja cocina, Miguelito se queda observado a su madre; su rostro iba cambiando con una tristeza sigilosa y lenta mientras que bajaba sus ojos hasta mirar fijamente al Cuatro.

- Ahora somos más... ahora somos mi mamá, tú y yo – susurró él mismo dirigiéndose al instrumento.
Sabía que no podía cambiar las cosas de un día para otro pero tenía en sus manos ese «algo» que lo ayudaría a despejar su mente. A pensar más claramente; cantarle a su madre cuando aprendiese. No sabía qué sería de su vida pero sí quería hacer de su vida, algo bonito. No impresionar al mundo pero sí llenar de alegría cada momento donde la tristeza se empeñara en llegar y quedarse.
Los días seguían pasando.
Su madre seguía saliendo a buscar dinero y se despedía con un beso y un «te quiero». Miguelito respondía con un:
 - te quiero más.
Luego de verla partir, siempre antes de cerrar la puerta de madera y sin importar cuánto polvo levantara, nunca dejó de ver a su madre a los ojos cada vez que se iba. Unos ojos que eran poemas en una escritura que no tenía. Versos que salían de su corazón pero eran demasiados y aún no podía decirlos todos. Se quedaba callado mientras que su mamá lo miraba respondiendo de igual forma sin mostrar tristeza o preocupación, sino viendo la razón por la cual se mantenía de pie. Así eran esos momentos, sin duda, momentos que él nunca olvidaría.
Colocó el Cuatro en su cama que aunque pequeña, era uno de los pocos lugares en el cual no se ensuciaría demasiado. Durante el día, ese era el principal problema. En la noche los problemas pasaban a pequeños animales que ya habían dejado de ser asombro para él. Luego de hacer lo que siempre le tocaba durante la mañana y durante el día, era en la tarde que el hambre empezaba a asomarse; no miraba hacia los cajones vacíos de la cocina pues ya sabía que no encontraría mucho y que lo que quizás aun quedaba era necesario para la noche o tal vez para la mañana del día siguiente. Se dirigió a su cama en busca de lo que quería. Su estomago se mantenía resonante pero fue más fuerte y escuchó a sus manos en busca de esas cuerdas viejas y una madera dañada aún con vida. Sus manos se la daban y sus oídos no escuchaban un sonido desafinado, sino cómo cambiaba el sonido del hambre por el sonido de la fuerza, del coraje, de unas metas y un mundo mejor. Cerraba los ojos y no veía cómo la luz del sol, ya cayendo, se coleaba por los agujeros de las paredes; cerraba los ojos y veía cómo el sonido se convertía en música y las luces se convertían en pequeñas fuentes que hacían brotar lo mejor que tenía. Un sonido que despacio mejoraba, que lo ayudaba a mantener la mente lejos de las necesidades y mucho más cerca de sus sueños. Una alegría sin costo; un mundo sin oro pero rico como ningún otro.

Queriendo tocar no para ser el mejor sino para crear algo bonito; un sonido agradable y especial que compartir, empezó con sus dedos a tocar esas cuerdas viejas con un poco de miedo. No quería romperlas ya que sólo eran dos y no sabría cómo conseguir otra cuerda o mejor, otro Cuatro. Colocó su mano en un extremo. Apretó lentamente una de las cuerdas con sus dedos y luego de hacer un leve movimiento, captó un sonido.
- No estás tan mal, amiga mía. Sé que podemos hacer algo bonito – al momento de repetir el mismo movimiento olvidó colocar sus dedos donde estaban en primer lugar y notó el cambio en la melodía. Desde ahí se dio cuenta de lo útil de esto y que no solo una mano servía; las dos tenían que trabajar juntas para poder crear lo que quería. Por un momento se detiene y deja de tocar. Aun con los ojos cerrados empieza a murmurar algo. Un simple sonido que creaba una especie de guía y base para lo que tocaba mientras que su voz marcaba el ritmo y empezaba a tomar más camino. Volvió a poner sus manos alrededor del Cuatro y aún haciendo el sonido con su voz, movió sus dedos lentamente. Esperó un momento luego del primer movimiento e inició nuevamente esta vez con dos toques seguidos. Ya de noche no le importaba pues igual no le hacía falta la luz para escuchar lo que sus manos hacían y lo que su voz emitía. Desde ese instante se dio cuenta que podía. El no saber no era problema siempre y cuando la voluntad dentro de la propia ingenuidad se hacía presente.
Luego de esa primera práctica, en la noche su madre llegó agotada casi como todas las noches luego de caminar muchos kilómetros para llegar a la humilde casa. No le dice nada sobre lo que ocurrió esa tarde y ella sólo llegó preocupada por ver cómo estaba él pero se asombró al verlo tranquilo y un poco diferente de como se suele comportar. De por si es muy tranquilo pero esta vez parecía ser algo más.
- ¿Todo está bien?
– Claro, mamá, estaba esperándote. Luego de sacudir las cosas y terminar todo, me puse a practicar en… otras cosas.
- ¿Cosas? ¿cuáles cosas?
 - ¿Recuerdas el Cuatro roto? Bueno, decidí practicar un poco aunque sé que está dañado -
La madre se llenó de una profunda tristeza por ver cómo se iluminaban los ojos de ilusión a Miguelito por un objeto roto y viejo. Ella tenía unas ganas tremendas en darle algo mejor y la impotencia era lo peor.
-Qu…qué bueno, si eso te gusta practica todo el tiempo que quieras ¿Está bien?
-Está bien, mamá.
Dentro de la inocencia de Miguelito se daba cuenta lo que su mamá callaba. Sin embargo, lo tomó como algo más que agregarle a su lista de voluntad.

Dormir arropado de frío se hizo costumbre. Por más calor que pudiera sentir de su madre en las noches más frías, decidió ir y recostarse en su cama junto al Cuatro. Detallaba lo que podía dentro de la oscuridad. La luna ayudaba en esas noches donde el cielo estaba totalmente despejado y la luz azul proveniente de la ella iluminaba el Cuatro y reflejaba lo que los ojos de Miguelito veían y también uno o dos destellos como pequeños flashes de cámaras se veían desde el exterior de la casa, gotas de un sentir callado. Lágrimas que salpicaban la madera de varios años y que al cerrar los párpados bajaban en picada por el rostro hasta tocar la cama. Su silencio era un documento entero que no debía ser leído, una mirada fija hasta que el sueño de mano con el subconsciente le decía:
  - es hora de dormir, sueña, soñemos y vayamos al mundo que estamos creando... 
    duerme, cierra tus ojos lentamente y deja que el cálido viento se lleve esas lagrimas.... 
    duerme, mañana verás cómo la oscuridad de ahora es la que va tornando de luz el camino de tu futuro, duerme.. – 

Así se trasladaba al mundo que lo despegaba del suelo de donde se llegaba a sentir en ciertos momentos aunque su fuerza lo mantenía arriba, tocando dos cuerdas, un pedazo de madera y unas miradas en silencio que gritan por los dedos; el murmullo de su voz seguía siendo la base de sus sentimientos. 
Cuando despertó decidió salir un rato a los alrededores de su humilde hogar. Era sábado y su mamá cansada dormía al otro lado de la casa. Una sábana de cama era su puerta y al notar que descansaba, Miguelito salió tratando de no hacer mucho ruido. Con él estaba su ahora, instrumento favorito, cambiando un poco los potes o latas vacías que podía encontrar para pasar su tiempo libre. Tenía unas grandes ganas de practicar más. Solamente asociaba el sonido emitido por el Cuatro a canciones que pasaban en una pequeña radio de pila que tenían.
 – Esa época era bonita, mamá bailaba… la veía sonreír mucho más mientras cocinaba ¡Sí, sí! mientras cocinaba, en la misma cocina y con la misma cantidad de comida que ahora – se decía así mismo mientras miraba el Cuatro en ese amanecer, por mucha basura y escombros que había no eran suficientes para tapar los primeros rayos del sol.
 – mira cómo va saliendo el sol. Cada día lo veo y lo siento en mi piel. Cuando se va a descansar en las noches no sabes cuánto quisiera irme con él. Llevarme a mi mamá un momento y que no llore más… aunque sea por una noche quisiera ser el sol yéndome a descansar. - Luego de decir esas palabras con una voz suave y con los suaves vientos que chocaban en su cara, miró fijamente las únicas dos cuerdas y empezó con su mano derecha a tocarlas. Allí se encontraba de frente a la luz, mientras que los minutos pasaban seguía tocando el Cuatro mirando hacia el horizonte mientras que una lucha se llevaba a cabo en su mente. Sus pensamientos no dejaban de ser golpeados por el dolor de la realidad que luchaba por destruir un mundo recién hecho por una imaginación de un pequeño que soñaba tanto como respirar.

Ella

Todo marchaba como siempre. Su madre luchando por conseguir dinero y comida. Los años pasaron y Miguel tenía dieciséis. Aunque nunca abandonó el Cuatro que tanto lo ayudó durante todo el tiempo que pasó desde haberlo encontrado, ya era un joven y tenía que buscar las maneras de ayudar a su mamá y no sólo en las cosas de la casa. Así que decidió ir a la ciudad a buscar trabajo.
No tuvo que ir muy lejos ya que quedaba un mercado cerca y como estaba recién abierto necesitaban muchachos para empacar las cosas de los clientes. La paga no era muy buena pero era algo lo cual serviría de ayuda a su madre, a su casa, a los dos para poder comer.

 Ya con tiempo trabajando ahí, empacando los productos de los compradores, un día de regreso a casa notó algo particular. Una casa humilde igual a la de él, ubicada a unos metros de la suya, estaba siendo habitada.
 - ¿quién habrá invadido ahora? – se preguntó debido a que era una casa deshabitada. Su madre lo llamó porque con el asombro se quedó a pocos centímetros de la puerta inmóvil, con un poco de curiosidad por saber qué pasaba o quiénes serán sus nuevos vecinos.
– ¡Miguel! no te quedes mirando de esa manera, puede ser incomodo para esas personas - murmura ella.
-¿pero sabes quiénes son? ¿cuándo llegaron?
– esta mañana, justo después de irte. - Terminó por decir su mamá. Luego de un momento, Miguel deja de darle tanta importancia y decide sentarse en una pequeña mesa de plástico adornada por un mantel que había logrado conseguir de la tienda. La mesa de plástico fue uno de los primeros regalos que le hizo a su mamá al momento de recibir su primera paga. Trae su pequeño amigo, el que nunca lo había dejado solo; el Cuatro. Lo pone junto a él para tocar un poco antes de comer y luego de un rato después. Ya tenía mucha más experiencia aunque aun tenía sólo dos cuerdas.
Desde hace mucho tiempo había querido comprar una nueva cuerda para el Cuatro, aunque eso era difícil, no solo por su ya apretado horario sino porque si quería comprarlo tenía que buscarlo por la ciudad y aun no sabía cuánto le costaría algo así. Sentados, su mamá y él, le llega un recuerdo vago pero fuerte de esa mañana: aquel amanecer con el Cuatro y el rostro de su madre descansando. Ahora viéndola hace una pequeña comparación y una sonrisa se le formó en la cara.
 - ¿qué es? ¿qué te pasa? – dice la mamá con un tono gracioso y también sonriendo, contagiada con la sonrisa de su hijo.
 - nada, mamá, es q…que  recordé algo bonito y he aprendido cosas nuevas con el Cuatro. Si quieres al terminar te enseño.
 – está bien. – responde la mamá devolviendo la sonrisa. También notaba la diferencia de su hijo y cómo estaba, de cierta forma, feliz. Eso la hacía feliz a ella también.
Al otro día antes de irse al trabajo se retrasó un poco porque había agua potable saliendo de las tuberías. Casi siempre que eso pasaba había que llenar todos los envases posibles para poder tener agua después. Luego de llenar todo lo posible no pierde la oportunidad para darse un buen baño. Esta vez sin tener que echarse agua con un vaso, y disfruta un poco del agua que salía de un tubo improvisado por la pared de atrás. Al culminar eso y retrasado, Miguel sale de su casa y nota en la casa de sus nuevos vecinos a una joven que le roba el momento.

Miguel, aún con un pajarito a un lado de su cabeza diciéndole que iba tarde para el trabajo, no pudo moverse al notar el rostro tan perfecto de esa joven; una textura adorable con unos ojos oscuros que resaltaban en su piel de tonalidad clara. Bronceada por el sol de forma involuntaria, su cabello cubría su espalda y su mirada respondió de forma inmediata. Miguel detalla dentro de lo que puede y en el poco tiempo que tiene. El contacto visual de los dos se pierde cuando él baja su mirada a los labios de ella, rosados e igual de bellos. Todo parecía combinar en ella. Cuando la boca de Miguel hace una mueca para decir algo los nervios de la pena empiezan a tocar su piel desde la cabeza a los pies y viceversa al saber que ella vio que él la estaba mirando y simplemente se sintió como un pequeño niño otra vez. Más aun de lo que ya era en ese momento. Luego de volver rápidamente a mirarla a los ojos, decide moverse volteando su cara de forma brusca, pareciendo robot. Empezó a caminar derecho hacía la parada de autobús, los nervios se iban mientras se alejaba de su casa pero la pena continuaba dentro de él.

Ya en su trabajo, su mente seguía dando vueltas preguntándose el nombre de la misteriosa mujer: su nueva vecina. De vuelta a casa luego de una larga jornada su mamá le pregunta la razón de la distracción al notar que se quedaba con el Cuatro listo para practicar pero inmóvil, como si su mente estuviera en otro lugar. En ese momento se queda mirando a su mamá esperando poder encontrar palabras que llenaran su boca ya que por instantes sus pensamientos se quedaron en blanco cuando escuchó la pregunta.
 - no lo sé. – Dice de momento y luego agrega
– esta mañana, al salir pude ver a una de las personas que están en la casa de aquí junto. Hay una chama bien linda que me tiene pensando a cada rato en su rostro pero no sé ni su nombre aún.
- te puedes acercar y presentarte, total, son nuestros nuevos vecinos. Tendremos que conocernos de todas maneras pero cuidado con esa muchacha, ya sabes cómo está el mundo.
 – ok, mamá – le responde Miguel.
Sabía que debía andar con cuidado ya que no era la primera vez que oía sobre problemas por mujeres en los barrios, en su sector y hasta en la ciudad pero eso no lo iba a detener por saber quién era esta chama.
Las ganas de volver a ver esos ojos se iban canalizando en sus manos cuando tocaba, colocaba de nuevo sus pensamientos en blanco y lentamente iba moviendo sus dedos en la práctica con el Cuatro. Mientras continuaba decide salir. Era un poco tarde pero prefirió practicar afuera para que el ruido no molestara dentro de la casa. No había muchas puertas así que el ruido se coleaba mucho. Camina unos cuantos pasos y se sienta en una vieja caja de cerveza, la melodía empieza a sonar, ya con tiempo practicando, sus creaciones iban mejorando de forma asombrosa, incluso para tener sólo dos cuerdas. De pronto, Miguel escucha un ruido extraño detrás de él. Voltea y ve una sombra. Se levanta y camina lentamente hacia donde el ruido estaba y se lleva una sorpresa; era ella. Se quedó sin palabras frente a ella y sosteniendo el Cuatro.
 – Disculpa si te asusté, no fue mi intención. Sólo quería escucharte – Le explica la muchacha.
 – Está bien – Le responde Miguel aún atónito, y sigue.
 –  no hay problema, no me asusté pero sí me asombré…
Miguel se encontraba boquiabierto en una de esas situaciones que de cierta manera aunque parecieran incomodas, aun sin palabras que pudieran explicar lo que sentía, no quería dejar de verla frente a frente.
 – Eh… Bueno si no te molesta creo que me iré a dormir antes que se despierten y se pregunten dónde estoy… sigue practicando, se escucha bien lo que haces con tus manos…, hasta luego – Aun sin saber qué decir o hacer, Miguel se queda mirándola y al ver que se marchaba le dice con una voz pérdida:
– ¡Si! Gracias,… ch…chao, descansa. – Luego de ver cómo se marchaba y cómo entraba a su casa.
 - ¡No le pregunté cómo se llamaba! – se dice asimismo resentido pero con una sensación agradable ya que no se esperaba para nada intercambiar palabras con ella y mucho menos que ella lo escuchara tocando el Cuatro.

Días pasaron. Sin embargo, aunque no hablaron durante esos días las miradas por las mañanas al salir de su casa para irse a la tienda se hacían más fuertes. Aunque sea por unos segundos cada mañana se cruzaban sus miradas y el contacto se perdía a lo lejos del camino. Así fuera desde la ventana o desde fuera de su casa, él volteaba con cierta pena para seguir mirándola. Pena que al pasar de los días se perdía mientras que sentía cómo ella le respondía cada mirada. En las noches, no todas, salía con el Cuatro a practicar a la luz de la Luna, sin importar si ella venía o no, practicar era un hábito que con sus ganas de querer superarse y crear nuevas melodías había desarrollado para que no se convirtiera en algo tedioso o una especie de carga. Aun recordaba aquel momento que encontró el Cuatro y su estado de descuido. Sabía que si pudo cuidarlo y mantenerlo en un estado mejor del cual estaba, podía hacer muchas cosas si se lo proponía.

En una de esas noches notó cómo su vecina se acercó silenciosamente hacia donde está sentado, se sienta su lado y le dice con una voz suave y linda:
 – hola… sabes, me gustaría escucharte esta noche, si no hay problema. La noche está muy bella y un poco de música sería el toque especial que necesita para ser perfecta. – Miguel, por dentro piensa; «cómo una chama hablaría de perfección en un lugar así» pero era totalmente válido si para él, la primera vez que la vio notó la perfección dentro de un lugar imperfecto ante la sociedad.
 - ¡Claro que puedes! No hay problema, pero ¿sabes algo?
 - ¿Qué?
– No nos hemos presentado, me llamo Miguel.
- ¡Es cierto! disculpa, mi nombre es Isabela – Miguel no lo puede retener así que le pregunta cómo ella encontraba la perfección en un lugar como éste, a lo que ella responde:
 – la perfección no la veo en el lugar, la veo en el corazón de los que ocupan el lugar, lo demás son sólo lugares donde podemos demostrar lo que somos… si somos de buen corazón, no importa dónde estemos, haremos del lugar lo mejor que podamos… aun sin tener nada en las manos, tú tienes ese Cuatro en tus manos, ¿no habías pensado que le pones melodía a todo esto?
– Sí, sí lo había pensando, lo del Cuatro, sólo que no lo había visto de esa forma... sí sé que debemos seguir adelante aun contra lo que se nos ponga enfrente… gracias por esa respuesta, Isa. – Le dice Miguel con una sonrisa al final de la ultima palabra, las miradas antes de eso fueron unas pequeñas chispas para lo que había oído. Esa respuesta sin duda le puso una etiqueta en su corazón y eso se veía reflejado en sus manos cuando comenzó a tocar. Fue ver un espectáculo donde la luna era la estrella del show y ellos disfrutaban viendo la noche estrellada con una lenta melodía. La conversación continuó durante esa noche mientras que las estrellas relucían con su mayor esplendor.

El día siguiente parecía sonreírle a Miguel. Luego de esa larga y placentera conversación con Isa la noche anterior ya estaba conociendo mucho mejor a esta nueva chica y su forma de pensar era lo que más le llamaba la atención sin dejar a un lado su belleza. La amistad continuó, llenando las noches de práctica con una muy buena compañía. Una sonrisa hermosa durante las mañanas y hasta la mamá de Miguel la conocía puesto que poco a poco iniciaron una amistad no sólo como vecinos.

La última mirada

El tiempo pasó y la amistad con Isa cada vez era más fuerte. Miguel tenía dieciocho años. En su trabajo había sido promovido y era cajero en la tienda. Su mamá seguía trabajando pero ahora con más ayuda de su hijo en lo monetario. Cada día luego del trabajo llegaba a casa, ayudaba a su mamá en lo que podía y luego Isabela llegaba para compartir un momento con ellos durante la cena. Luego de eso los dos se iban a sentar en aquél lugar donde a pesar de los años seguía igual y aunque su vista no era la mejor, la compañía opacaba cualquier detalle que estuviera fuera de lugar.
Durante ese tiempo le había hecho un regalito al Cuatro comprándole dos cuerdas más. Estaba muy contento porque ahora sonaba mucho mejor y las practicas se llenaron de muchas nuevas melodías durante las largas noches. Las tardes de esos sábados sentados viendo pasar las nubes y muchos domingos donde estaban los tres; su mamá, Isa y él. Mientras que el Cuatro sonaba, las miradas se cruzaban entre Isabela y Miguel. Su mamá los veía felices, no había lugar en momentos así para miradas al pasado y momentos para preocupaciones sobre qué pasará mañana. Hoy la vida le estaba regalando ese instante; ver a su hijo crecer, feliz, haciendo lo que quiere hacer pero sobre todo verlo sonreír.

Una mañana, se va de la casa despidiéndose de su madre y como siempre saludando a Isabela que se encontraba en su casa haciendo unas cosas, lo usual durante esa hora. En el trabajo, todo marchaba como se debe. Una que otra llamada por parte del gerente, todo normal hasta que recibe una llamada que no esperaba. Sentado, atendiendo su puesto lo llama con prisa su supervisor informándole que algo grave había sucedido y que tenía que ver con su madre. Todo apuntaba a un accidente de tránsito según le informa el supervisor diciéndole lo que le pudieron notificar desde el hospital. Miguel no sabía qué pensar, se traslado de inmediato al hospital luego de llamar a Isabela para avisarle de forma aun incrédula.
- ¡Isa! ¡Es urgente, necesito que vayas al hospital, algo le pasó a mamá! - Al llegar nota a Isabela sentada en la sala de espera, se dirige hacia ella con una mirada perdida y con una visión que se nublaba en segundos por lágrimas que desbordaban sus ojos. El abrazo fue uno de los más fuertes que Isabela pudo haber sentido por parte de Miguel. Ya sentados, de momento él le dice que no sabía nada de lo que había pasado y que iba a entrar. Al entrar, uno de los médicos de turno lo detiene, le informa que no puede pasar ya que en ese momento estaban operando de emergencia a una de las mujeres involucradas en el accidente, sin voz Miguel le dice:
 - ¡Por favor! Es mi madre, déjeme pasar, por lo que más quiera, ¡Por favor! – A lo que el médico responde:
– De verdad lo siento, si pasas puedes empeorar las cosas, por favor ten paciencia y espera.

Con un corazón que parecía salirse de su pecho, la sangre corriendo como balas por su cuerpo no entendía cómo le pedían paciencia en un momento así. Pasaron dos horas, él con Isabela en esa fría sala veía de lejos cómo de vez en cuando se asomaban unos médicos y enfermeras con cara de preocupación y compasión poniendo directamente sus ojos sobre él. Luego de una larga espera decide entrar. Se levanta. Esperó a que el médico de turno se moviera de la puerta y pasó corriendo buscando la sala donde podría estar su madre. En eso escuchó un grito que se desvaneció en sus oídos. No sabía si fue real o no, sólo sabía que esa voz era de su madre. Va al final del pasillo y la encuentra. Habían varios médicos y enfermeros parados enfrente de ella y ahora lo veían con una mirada que se inclinaba hacia el suelo sin decir una sola palabra, con una mirada fija llena de una mezcla de dolor y enojo va hacia la camilla.
- Mamá… ¡Mamá! – era en vano, su madre ya había muerto cuando él llegó para poder verla tan siquiera. Las lágrimas empezaron a salir cuando con una voz quebrantada le dice:
 – Terminé la canción mamá… la terminé, la terminé… tu canción… con aquel cuatro viejo que me encontré… ma… mamá la terminé… - Al finalizar esas palabras sus manos sostenían a las manos de su madre ya inmóvil. Fueron unos tiempos muy difíciles para Miguel, que en ese momento no tenía capacidad para casi nada. Sus pensamientos se centraron en el Cuatro y esa canción que ya tenía lista y no la pudo tocar para su madre así que luego de salir de la sala de emergencias junto a Isabela, le pide que por favor lo acompañara, que tenía que buscar el cuatro.

Al llegar a su casa, Isabela le pregunta si quería que lo acompañara. Miguel le pide que espere, solo fue a buscar una cosa de la casa que ahora más nunca sería la misma. La puerta le recordaba aquellas veces cuando se despedían, su habitación, pero sin duda lo peor fue ver esa mesita, donde hace años él se sentó una noche con un Cuatro entre sus manos y desde allí veía a su mamá sonreír desde la cocina buscando verduras en esas gavetas viejas mientras que él tocaba esas dos cuerdas de ese viejo pedazo de madera que por casualidad se encontró en la tierra. Tomó el Cuatro y salió. Isabela lo mira y le acompaña. Se sientan justo donde veían las estrellas y el amanecer. Donde practicaba la nuevas melodías. La nueva canción, la que no pudo tocar a tiempo. No sabía ni siquiera cuánto tiempo tenía a disposición. Su mente se cegó, cerró los ojos y lloró mientras tocaba la canción.

Un nuevo mañana

Aunque las semanas pasaban el dolor no parecía irse tan rápido como el tiempo. Fue un proceso lento para Miguel que aun contando con la compañía de Isabela recordaba los momentos aún frescos junto a su madre. En su trabajo contaba por un permiso de ausencia por lo sucedido pero Miguel no sabía si eso le hacía menos mal o algo de bien. Fueron largas esas tardes que junto a su Cuatro pasaba cuando Isabela no podía acompañarle. Sus melodías se tornaron suaves. Seguía mirando fijamente a las cuerdas del viejo Cuatro cuando el golpe de los recuerdos lo embestía tal como si fuera un tren de carga golpeando con una muralla a gran velocidad. Muralla que le tomó tiempo construir ya que su situación no era una de las mejores, sin embargo con la fuerza del cariño fue creando bloque tras bloque para poner esa pared gigante contra todos los males.

El tiempo no se detenía y él lo sabía. Luego de un mes decide empezar de nuevo su trabajo. Su cariño, a pesar del dolor, había aumentado por Isabela. Estuvo junto a él durante muchas noches en las cuales el sueño no llegaba y en otras, Miguel observaba cómo por cansancio Isabela caía rendida en sus brazos y viéndola directamente a su cara pasaba su mano lentamente por su cabello mientras su voz empezaba a tambalearse y lágrimas cortaban las fracciones de sus mejillas.

 – no tienes idea en lo que te has convertido para mí… yo sé que debo salir adelante… yo… sé lo que eres para mí. Mamá se ha ido pero te tengo a ti… también tengo éste viejo amigo junto a mí – ya con las lágrimas llegando a su cuello y humedeciendo parte de su franela agarra el Cuatro y lo pone en su pecho, inclinando su cabeza hacia él termina diciendo:
 – gra… gracias, compañero.

De vuelta en el trabajo sus compañeros le muestran su pesar y le hacen saber su apoyo. Igual hace el gerente de la tienda el cual se asombra al notar algo diferente.

 – Miguel, mis más sinceras condolencias. Sabes que cuentas con nuestro apoyo y respaldo en este duro momento, sé lo que es una pérdida así – le dice el gerente de la tienda a Miguel que responde:
 – gracias,  no saben cuánto vale saber que cuento con ustedes... sin embargo quiero seguir trabajando y por eso decidí venir aunque mi permiso no ha terminado… la realidad es que mi casa me estaba matando por dentro – dice con pesar pero con fuerza a la vez.
 – Miguel… estoy notando que llevas algo contigo – dice el gerente.
 – ¡Sí! Espero no sea problema, es que… durante mi tiempo de descanso me gustaría tocar un poco… usted sabe, allá en el depósito.
 - Bueno, no creo que sea problema muchacho, tranquilo – dice el gerente con un gesto de aceptación y una leve sonrisa refiriéndose al Cuatro que Miguel llevaba en sus manos.
 –Gracias señor- le responde Miguel.
Era el momento del descanso y se iba con el Cuatro para el depósito. Sus compañeros un poco extrañados van y se sientan con él. Le preguntan si está bien que se quedaran, a lo cual Miguel responde que no había ningún problema. Empieza a tocar varias melodías, ninguna antes oída por sus compañeros pero que le agradaron inmediatamente.
Al volver a su casa pasaba por la de Isabela.

 - haciendo cosas como siempre mi Isa. – dice Miguel cuando la ve acomodando unos trastes viejos ayudando a sus padres. Entrar a su casa no era nada fácil pero se fue haciendo más fuerte para afrontar lo que ya era un hecho. Sin duda Isabela con su apoyo lo ayudó y en las noches tomaba un tiempo para seguir practicando con su Cuatro, su viejo amigo, así como lo solía hacer las primeras noches que se lo encontró. Esta vez con unas cuerdas extras, sin mamá pero con una nueva compañera, una amiga y otro amor en su vida.

La mañana siguiente se dirige al trabajo como usualmente lo hace, todo en su lugar y empieza a atender los clientes en la caja registradora. Coloca el Cuatro en la parte de abajo del cajero cuando un cliente con aspecto un poco extrovertido se acerca para pagar sus productos y nota el Cuatro, al no poder ocultar su curiosidad ya que se quedaba mirando al instrumento Miguel decide preguntarle:

- ¿usted toca?
– no, para nada, sé de música pero no toco, ¿tú tocas? – le dice el asombrado cliente.
– bue… bueno sí, no sé mucho sobre el tema pero sí toco algunas cosas.
- ¿no sabes sobre el tema pero sí tocas? No pareciera lógico eso muchacho…
- verá, me conseguí el Cuatro hace mucho tiempo pero nunca pude ir a recibir clases sobre él, así que fui practicando solo
- ¿Y tienes algún tema? No sé… ¿quizás una melodía?
- he venido trabajando en eso y sí tengo algunas cosas listas, a mis compañeros les gustan pero no sé, no sabría decirle si son buenas - el hombre luego de un rato callado con cara de pensativo le responde:
- ¿puedes tocar algo rápido?
- ¿Ahora? Bueno… - Miguel mira a los lados y nota que el local no está muy lleno y como no había mucha clientela decide acceder, toma el Cuatro y empieza a tocar una de tantas melodías de noche tras noche llevaba practicando mientras que el hombre extrovertido lo sigue mirando y oyendo con asombro. Al terminar el tema Miguel mira otra vez alrededor para ver si no causo problemas.
- e… eso estuvo bueno muchacho, ¿cómo te llamas?
- Miguel…
- mucho gustó Miguel, yo soy Roberto Pasquiolinni, productor musical y dueño de P.R. Studio Records. Noto en ti un gran potencial con ese Cuatro, si me lo permites me gustaría hacerte unas pruebas en mi estudio - la cara de Miguel quedó cegada, primera vez que oía un nombre así y no podía creer que le pidieran ir a un estudio musical por lo que hacía con su Cuatro.
 – no sé qué decirle, pero claro ¡Claro que no me importa ni me molesta, diga cuándo y dónde! – luego de eso y aún estando en shock, Miguel y Roberto cuadran el lugar y la hora para la prueba.
 - ¡no olvides ese Cuatro! Es tu futuro muchacho.- le dice Roberto a Miguel antes de marcharse por la puerta del local.
Pensativo e incrédulo Miguel va a su casa como siempre pero antes pasa por la casa de Isabela, toca la puerta y ella le abre.
 – no vas a creer lo que me paso Isa…. – dice.

Tiempo pasó y luego de hacer la prueba de sonido el productor de música le dice lo mucho que pueden hacer con su talento y las ilusiones no faltaron en llegar para Miguel, quien se sentía muy feliz pero por momento bajaba a la realidad y se decía asimismo que no podía ilusionarse, sino trabajar. Contaba con un apoyo incondicional por parte de sus compañeros en la tienda y el gerente que le daba permisos cuando necesitaba faltar por ir al estudio. Cuando tenían un tiempo libre, Miguel aún tocaba unos temas con sus compañeros en el depósito para después volver a trabajar con una sonrisa en su rostro y otra en su alma. La práctica no paraba ahí, Miguel le contaba todo a Isabela y también le hablaba de los pequeños pero a la vez grandes sueños que tenía con su música.
 - ¿te imaginas que mis temas se escucharan en la radio? – le dice Miguel a Isabela.
 – sería maravilloso, sería escucharte tocar sin estar a tu lado…. aunque…. eso ya lo hago – termina diciendo ella con una sonrisa.
 – sabes lo mucho que te quiero ¿no? – le responde Miguel acercando su rostro despacio hacia el de ella y mirándola directamente a sus ojos.
 – Tengo mis… Tengo mis sospechas de eso… creo que… son ciertas – y justo en ese momento Isabela  termina de acercarse y le da un beso a Miguel quien le responde apasionadamente tomándola por la cintura diciéndole entre pequeños besos:
 – creo qu… que… también mis sospechas resultaron ciertas.

 De un pasado para un presente

Meses pasaron y Miguel seguía trabajando con Robert en los temas y sus arreglos mientras que también continuaba con su trabajo en la tienda. En su casa contaba con Isabela y casi todos sus vecinos quienes ya habían escuchado algo sobre un tal Miguel y un Cuatro.
Meses y meses pasaron convirtiéndose en algunos años. Miguel tenía veintiséis y había ascendido a supervisor en la tienda. Su relación con Isabela estaba en su mejor momento y de vez en cuando ella se quedaba en la casa de él por días. Ya tenía varios temas listos como compositor y seguía con la ayuda de Robert haciendo melodías. En una de tantas tardes Robert lo llama a su oficina con urgencia, cuando Miguel llega Robert le dice:

 – ¿cómo estás, papá? Siéntate, tengo que decirte algo – Miguel se queda sentado un poco asombrado, no sabía qué podía ser.
 – Iré al punto contigo Miguel, no voy a andar dando vueltas sobre lo que te tengo que decir, estuve en unas reuniones con interesados en música fresca, nuevas melodías. Ellos están llevando acabo un proyecto donde necesitan este tipo de tonos y creo, sin duda creo que tú puedes con esto. Por eso he decidido que debemos sacar tu primera producción discográfica a fines de este año, llevamos tiempo trabajando y sé también que no será problema escoger algunos de tus temas, una lista de los mejores temas para el disco… y bien ¿qué te parece? – Miguel con los ojos perdidos en el cuadro que estaba detrás de Robert vuelve a la realidad cuando Robert le pregunta nuevamente qué pensaba.
 – Está bien, no va a ser fácil pero haré lo posible por escoger los mejores temas…. muchas gracias, Robert, de verdad no esperaba esto, de tanto imaginarlo parecía un viejo retrato en una parte olvidada de mis sueños y metas… gracias de corazón – dice Miguel dándole fuertemente la mano a Robert quien responde de inmediato.
 – nunca, nunca hay que dejar esos retratos atrás amigo, por más que caminemos no podemos dejar morir nuestros sueños… yo no lo hice y te confieso algo… aun no lo he dejado de hacer, ¡Vamos! Hay un disco que hacer… ¡Otra cosa Miguel!... necesitamos un tema promocional, cuento contigo.
 Al salir de la oficina y bajando por las escaleras del tercer piso en el estudio, Miguel pensó en ese tema promocional y cuál podría ser. Sabía de uno en particular que había hecho hace tiempo ya pero no estaba seguro si sería lo que los productores estaban buscando.

Su situación económica había mejorado en un grado razonable con el dinero que ganaba como supervisor y su trabajo grabando los temas había invertido en su casa. No le alcanzaba para mudarse o comprar una casa nueva pero poco a poco fue reconstruyendo casi por completo su humilde hogar, de uno de los sectores más pobres del estado, ahora la vista era distinta, había más casas y aunque eran humildes, en lo que se había convertido gracias a la amabilidad de aquellos que vivían allí, su valor en armonía era grande. Suficiente para sobrellevar los males en familia; familia de desconocidos que juntos salían de los problemas y un valor inmenso por el cual vivir un día más. Ya en su casa junto a su viejo Cuatro, pensativo, decide tocar ese tema que tenia en mente desde que salió del estudio hasta cuando venía en el Autobus. Venía tarareando el tema. Mucho tiempo había pasado desde que tocaba esa melodía en su viejo Cuatro.
 – Después de tanto amigo… creo que este tema es el indicado, lo siento aquí – Le dice Miguel al Cuatro señalándose el pecho justo donde está su corazón, empieza a tocar cerrando los ojos, recordando esas largas noches con esa vista enfrente del terreno lleno de escombros y con un cielo lleno de estrellas. Isabela se dirigía a casa de Miguel cuando antes de tocar la puerta oye el tema que durante mucho tiempo no había escuchado. Se detiene y espera que termine de tocar para llamar desde la puerta. Mientras escuchaba el tema miles de recuerdos llegaron como una mini película; suspirando recordó tantos difíciles momentos pero con una sonrisa y una lágrima en su mejilla se sentía aliviada, ver el pasado en esos recuerdos y ahora ver el presente le mostraba un cambio, un antes y después donde el antes fue difícil pero necesario, un antes que les enseñó y un después donde lo aprendido se ejecutaba para seguir aprendiendo. Isabela al escuchar que había terminado decide entrar:
 - después de tanto tiempo… no imaginé oír ese tema otra vez, Miguel, pero no olvidé lo hermoso que era… - Miguel la queda mirando como niño chiquito y le responde sonriente.
 – sí, no pensé volver a tocarla pero creo que es momento de que salga… el tema y lo que llevo dentro.
Luego de eso Miguel le da la buena noticia sobre su proyecto y la idea que tenía para ese tema en especial, no le importaba ya si lo escogían o no, si lo aprobaban o no, ese era el tema promocional para su primer producción, toma a Isabela por la mano y salen a donde se solían sentar antes y mirando al atardecer le dice:
 – el Cuatro, tú, y ese tema fueron más que una ayuda, creo que otros pueden necesitarlo tanto como yo lo necesité Isa….

El sueño

Muchos temas buenos pero solo pocos pudieron ser escogidos y con la seguridad de haber escogidos los mejores Miguel fue hacía la oficina de Robert con la lista luego de semanas de desvelo probando los temas, al entrar lo primero que hace Miguel es entregarle la lista.
 – aquí están, no te vas a decepcionar, fue lo mejor que encontré de mis temas.
 – Eso espero Miguel, confío en ti, sé que hiciste lo mejor – dice Robert y antes que Miguel lo interrumpiera le pregunta:
 – Miguel… el tema promocional… ¿Cuál escogiste? – Miguel señala en la hoja el tema.
 – ¿recuerdas cuál es, no? No había mejor que esa – Robert se levanta y con un abrazo le dice:
 – Ese es el tema que yo hubiera escogido amigo, felicidades…. Cuando todo esté listo, sacamos tu disco.
Miguel de vuelta a casa decide pasar por la tienda y conversar un rato con sus compañeros y el gerente antes de que esta cerrara. Ya anocheciendo finalmente regresa a casa y le cuenta a Isabela lo que pasó, en celebración por un pequeño paso para mejor Isabela decide sacar una botella de un sabroso licor conocido, va y se sienta en la mesa junto a él.

 – Esto hay que celebrarlo, estoy segura de que todo mejorará, un día dije lo mismo, y mejoró…  - Miguel baja la mirada por un momento y luego la mira en los ojos, la toma por la mano y le dice:
 – todo mejoró cuando creí en un mundo más allá; mejoró cuando se me concedió una madre tan luchadora, cuando encontré ese viejo Cuatro entre la basura, mejoró cuando te vi, mejoró cuando luché y estuviste aquí… mejoró cuando soñé contigo
 - ¡Entonces celebremos! Celebremos… porque yo también te tengo a ti - Le dice Isabela mientras destapaba la botella, Miguel tomó los vasos y le sirvió. Luego de brindar tomó el Cuatro y le toca par de melodías antes de ir a dormir. Casi las doce e Isabela se prepara para marchar cuando Miguel la toma por el brazo.
 – Te puedes quedar si quieres ¿Sabías?
– ella con pena sonríe y asienta con la cabeza.
 La mañana siguiente, se levanta Isabela de la cama mirando a Miguel aún dormido, prende pequeño radio que estaba al lado de la cama para saber la hora.
 «-ya las nueve en punto señores y señoras, esta hermosa mañana del sábado y aquí le tenemos un tema para empezar la mañana, hermoso tema recién salido de….-» Isabela deja de prestarle atención a lo que dicen en la radio cuando de repente escucha el tema hecho por Miguel.
 -¡Miguel despierta! ¡Despierta! Es tu tema, ¡Es la canción!- grita Isabela saltándole encima, Miguel recién abriendo sus ojos la ve encima y escucha el tema.
 – ¡No puedo creerlo! Es tu tema Miguel, ¡Tu tema! – repite Isabela, de pronto nota como una sonrisa y lágrimas corrían hasta la almohada y Miguel le dice con dificultad:
 – no es… no es mi tema… es el de ella… es el tema de ella… Mamá… ahora todos te podrán escuchar… - Isabela lo abraza fuerte, incluso más fuerte que aquel día en la sala de espera.
Pasada las doce del mediodía recibe un mensaje en su celular informándole que Robert lo iba a llamar en cualquier momento. Se sintió un poco nervioso porque no era usual que él hiciera eso pero Isabela le dijo que se calmara y que respirara. Suena el celular y Miguel atiende, pasan minutos mientras que Isabela lo ve desde el otro sofá en la sala. Luego de un buen rato finaliza la llamada e Isabela le pregunta a Miguel que qué había pasado, Miguel se voltea y la abraza diciéndole en el oído:
- aprobaron el disco… quieren mis temas para una producción cinematográfica que se va a estrenar el año próximo… quieren firmarme un nuevo contrato por millones…  - Isabela quedó sin palabras mientras que Miguel seguía hablándole y mientras más le contaba más le latía el corazón. La semana siguiente se reúne con Robert para hablar todo referente al disco, las promociones y cómo introducirían los temas a la producción cinematográfica. Se dirige directo a su casa con una emoción que no le cabía en el pecho, al llegar le dice a Isabela lo sorprendido que estaba y que no creía que por fin todo lo que había soñado un día se fuera a hacer realidad. Su tema estaba sonando en casi todas las emisoras regionales y la promoción fue mucho más allá cuando se firmó el contrato para que fuera el tema principal de la película, sin duda muchas cosas iban a cambiar.
El tiempo pasó y su disco se encontraba entre uno de los más vendidos en el país, se acercaba la fecha para el estreno de la película y el tema “Nace una sonrisa en tu amanecer» sonaba en todos lados ya que era el tema para promocionar los tráilers. En una entrevista que le hicieron a él y acompañado por Isabela le pudo contar de dónde nació ese tema:
 «Bueno,… cuando era pequeño pasé por muchas necesidades, al igual que yo hay miles de niños así y miles más que pasaron por lo que yo pasé. Cuando me encontré aquel viejo pedazo de madera con dos cuerdas y sólo podía tocar esas dos cuerdas una y otra vez y aun así podía crear diferentes melodías, de tantas practicas decidí hacer un tema, un tema no sólo sonara bien con dos cuerdas, sino un tema que reflejará lo que pasaba, mi Madr…. Madre pasó mucho trabajo para poder mantener, no solo a mí ni a los dos, sino mantener la esperanza de que en algún momento algo mejor llegaría y que solo tenía que luchar y eso hice, luchar y pasar por mil cosas. Así que quise hacerle ese tema, un tema que fuera de ella y tocarlo… cuando el  momento indicado llegara… pero no tuve el chance, aun así sé que lo está oyendo allá arriba y ahora todos pueden oír no solo una parte de mi vida ni una canción para ella… pueden oír esa esperanza que a veces se nos hace invisible pero que siempre está contigo…»

La felicidad embargó a Miguel junto a Isabela que estaban dejando atrás un pasado de penurias sin olvidar sus raíces, de donde venían. La película rompió records en taquilla en el país y ganó varios premios en festivales de cines en el extranjero, el tema fue toda una sensación que sacaba lágrimas y despertaba el sentimiento que la trama de la película llevaba y era justo lo que Miguel quería, personas identificadas con su música, con el Cuatro.
Desde ahí el camino fue espectacular para Miguel que era agobiado por productores y promotores para nuevos temas. Decidió quedarse en P.R. Studio Records y durante muchos años lo que empezó como algo regional, se convirtió en una de las más grandes empresas musicales en Latinoamérica. La amistad entre Robert y Miguel no podía estar mejor. Luego de unos años y mucha fama internacional poniendo el nombre de su país en alto, los medios tenían la noticia del año al anunciar la boda entre Miguel e Isabela.

Su unión matrimonial marcó un momento crucial en la vida de ambos cuyo amor se sentía a millas. Isabela, quien vestía un radiante vestido blanco con cola larga y un velo corto que resaltaba su piel en su espalda destapada. Miguel por su parte tenía puesto un traje oscuro brillante con una corbata roja, esperaba impaciente a la novia en el altar. De pronto suena uno de tantos temas de Miguel anunciando la entrada de la novia. Todos se ponen de pie, de un lado estaban los familiares de la novia mientras que del otro estaban los compañeros de la tienda donde solía trabajar Miguel en sus comienzos, compañeros del estudio y por su puesto al lado de Miguel, como padrino estaba Robert calmando a Miguel a quien le temblaban las piernas por la espera hasta que sonó la melodía. Entregada por su padre, Isabela lucía hermosa con sus ojos negros que resaltaban con lo blanco de su vestido. En su boda, Miguel decidió hacer algo especial, luego de muchos años sacó de un estuche justo frente de los presentes, la novia, del cura, algo que de lejos se veía como una tabla vieja pero no, era el Cuatro, aquel Cuatro con dos cuerdas ahora tenía cuatro… empezó a tocar mientras que le dice a Isabela:
 – gracias por formar parte de mi vida, de mi melodía, estoy aquí para ti como tú estuviste para mí. Luego de eso fueron declarados unidos en matrimonio.
Ahora el éxito era tanto profesional como personal, Miguel se encontraba entre uno de los personajes más reconocidos nacionalmente. Los años pasaron y más producciones salieron desde P.R. Studio Records con el nombre de Miguel, todas exitosas pero ninguna como aquella donde estaba el tema que lo llevo a la fama. Decididos por algo mejor, Miguel e Isabela no se mudaron sino que decidieron construir en donde estaban sus casas. Esas humildes casas que el resto del sector tenía, Miguel habló con Robert para crear un plan y llevar publicidad para mejorar la calidad de vida en ese sector y en muchos otros de la región, durante mucho tiempo hizo producciones y conciertos para la beneficencia de tantas familias que vivían rodeados de basura y escombros, construyó mejores vías con la ayuda de varios organismos quienes se acoplaron a la iniciativa. Empezó por su sector y a los treinta y cuatro años ya había ayudado a diez sectores de la ciudad e iban por más fuera de su estado. A los treinta y cinco Isabela le da la noticia.
 – Miguel… siéntate, tengo que decirte algo
 – dime ¿qué pasa? – Isabela dudosa y una sonrisa picarona termina diciéndole.
 – ¡vas a ser papá Miguel! – Miguel la mira con un asombro que en segundos se transformó en alegría
 – ¿En serio? Dios mío… gracias por darme tanta felicidad en mi vida… ¡gracias!
 El tiempo pasó y dos niños nacieron, a uno lo decidieron llamar como el padre, mientras que al otro le pusieron Gustavo.
Cuarenta años y Miguel se sentía junto a su esposa y sus dos hijos la persona más feliz del mundo. Robert en una llamada decide nombrarlo socio en P.R. Studio Records, la felicidad rodeaba la vida de Miguel.

El despertar

El éxito y la felicidad eran el amanecer de cada mañana en la vida de Miguel, su esposa y sus hijos. Años pasaron y él seguía haciendo lo que más quería y gustaba; música. Su esposa lo ayudaba en los asuntos de la disquera. Siempre necesitaba de los consejos de Isabela antes de hacer algún movimiento y luego compartirlo con Robert, quien ya le había contado sobre sus planes a futuro en una tarde reunidos.
 – Sabes Miguel… me estoy poniendo viejo y estuve pensando
 - ¿Qué pensaste? ¿a dónde quieres llegar Robert? – le dice Miguel a Robert sin imaginar de que se trataba.
 – Me quiero retirar Miguel, ya hice mi parte en mi empresa y no voy a esperar que me de un ataque al corazón para que todo… prefiero hacerlo ahora que puedo y quiero que seas tú quien tome mi lugar
 - ¡Pero Robert! ¡Es tu empresa! Es tu legado
 – Exacto, mi legado para un gran amigo… ese amigo es desde hace muchos años tú, Miguel… no le niegues esta quizás última, petición a tu viejo amigo – Miguel duda viendo al piso de la terraza de su casa, y luego de un casi un minuto responde.
 – Si es lo que quieres, está bien amigo, lo haré, siempre serás mi hermano mayor.
 – gracias Miguel, gracias hermano…- Responde Robert. Ahora la responsabilidad era mayor siendo dueño de la empresa que lo vio crecer y nacer prácticamente pero sabía que tenia que responder por el legado que le dejó su sucesor y mejor amigo.

Se le conocía por su humildad como productor musical y luchador de causas sociales pues sabía todos los males que había allá fuera. Isabela no se despegaba del trabajo que tenía también en la empresa pero no dejaba aun lado a Miguelito y Gustavo, la vida le había dado dos hermosos hijos quienes ya iban a la secundaría y pronto pasarían a la universidad algo que ninguno de sus padres pudo lograr y eso llenaba aún más de orgullo a Miguel e Isabela. Un matrimonio ejemplar lleno de felicidad y prosperidad. Una noche antes de dormir Miguel le hace una pregunta a Isabela.

- ¿Imaginaste alguna vez que llegaríamos hasta aquí? O sea, el mismo sector, las mismas personas pero con otra vista, ser conocidos… nuestros hijos… ¿lo imaginaste alguna vez? – Isabela lo toma por su cuello tenso por tanto trabajo y acercándose le responde:
 – Si vivir y disfrutar contigo cada hora que pasábamos juntos aun en los peores momentos como si fuera el último minuto es imaginar todo esto, la respuesta es sí-.
 Años siguieron pasando con álbumes en las primeras posiciones a pesar de su edad. Artistas con el sello de la compañía llenaban las emisoras, menciones honorificas, premios por tantos años de música venezolana y muchos otros galardones con su nombre. Su labor social se conocía y era tan apreciada como su carrera musical. Cientos de entrevistas donde explicaba cada uno de sus temas y su sentir, la historia de cada tema. Conocido en el exterior como uno de los grandes compositores de música no sólo venezolana, más allá de nuestras fronteras también se le conocía por haber trabajado para otros grandes de la industria y por buenas razones, casi todo era para beneficencia pues recibía todo lo que quería de su familia y amigos alrededor de su casa, sus vecinos, conocidos, nada podía cambiar lo que una vez fue y siempre muy adentro tendrá presente de dónde salió y se quedó pero con la frente en alto y luchando. Poniendo aquel viejo retrato con el sueño frente de cada paso para poder lograrlo.

Miguel y Gustavo tomaron su camino a la Universidad y le dieron a sus padres uno de sus mejores días en toda su vida, el día de su graduación. Ambos empezaron a trabajar, Gustavo era amante de la música igual que el padre y Miguel Jr. empezó a trabajar en una de las más grandes empresas del país, ya exitosos fue el mejor regalo que podía recibir Miguel e Isabela.
En el cumpleaños número sesenta y dos años de Miguel, sus dos hijos le prepararon algo especial con una pequeña torta en la cocina Miguel baja cuando Isabela lo llama y nota la torta.
 – Oh… Hijos míos, muchas gracias, los amo muchachos. Te amo a ti, mi Isa – Gustavo lo interrumpe diciéndole:
 – ¡Ya va, papá, esto no es todo! – Miguel Jr. Y Gustavo se agachan y sacan del otro lado de la cocina sin que su padre los viera un estuche, lo ponen al lado de la torta y le dicen que hay un regalo ahí para él, con sus manos viejas Miguel lo abre y nota que era lo que imaginaba, un Cuatro, pero distinto… éste tenía sólo dos cuerdas, tal cual como su viejo Cuatro, se lo queda mirando detallando cada parte, como admirando una obra de arte.
 – Papá… ése Cuatro lo encontramos en uno de los sectores pobres de la ciudad, una niña lo estaba intentando tocar, le preguntamos si sabía tocar y nos respondió «no, no sé, pero sé que hay un señor… que vivía como yo… lo vi en la televisión… tenía un Cuatro con dos cuerdas como éste… quiero saber si el Cuatro puede ser mi amigo también…» eso, papá, nos rompió el alma - Miguel tenía lágrimas por todo su rostro mientras que Isabela igual de llorosa lo abrazaba.
 – pero eso no es todo papá, esta niña quería otra cosa. Quería conocerte y la trajimos esta noche para acá con el permiso de su papá, claro… - Gustavo va y trae del otro cuarto a la niña, con un rostro angelical, cabellos rizados y ojos marrones Miguel se inclina y le pregunta su nombre:
 – me llamo Carolina… ¿es usted... cierto? ¿usted convirtió al Cuatro en su amigo verdad? – Miguel, tratando de evitar más lágrimas y sonriendo le dice:
 – Sí… fui yo… la convertí en mi amiga, mi almohada al dormir… mi fuerza para seguir… ¿pero sabes algo?
 - ¿Qué? – responde Carolina.
 – ya no soy más ése, ahora eres tú… ahora eres tú – y toma a Carolina entre sus brazos abrazándola fuerte como aquellos abrazos que recibía de su madre aquellas noches cuando regresaba y esas miradas que veía en ella se parecía tanto a aquellas que recibía de su madre al irse por aquella puerta de madera levantando polvo.
 – gracias Gustavo, gracias Miguel, gracias por este regalo… gracias Isa… gracias – dice mientras sus hijos e Isabela se van acercando para abrazarlo junto a Carolina.
Esa misma noche Miguel le dice a Carolina que puede pasar la noche en su casa, y que ayudaría a su padre en lo que pudiera, también le da la buena noticia que le daría clases de Cuatro con todo el placer de su alma, fue la noche más feliz para Carolina… quien no había tenido noches así desde… mucho tiempo. Al día siguiente recibe una llamada invitándolo a un evento hecho en su honor al cual acepta, le dice a los muchachos y a Isabela que por favor llevarán a Carolina.
Ya de noche, todos estaban listos para partir, Miguel le había pedido a Isabela que ayudara a Carolina a escoger su ropa para ir al evento.
Llegando todos se sientan en la primera mesa frente al escenario, se presentaron muchos artistas conocidos en honor a Miguel, tocaban sus temas más reconocidos y exitosos pero a Miguel le hacía feliz ver a sus hijos y esposa ahí, sonriendo, felices, alegres, ver el rostro de carolina mirando todo con asombro, si tuviera que escoger una noche que recordar Miguel hubiera escogido esa, finalmente su nombre suena pidiéndole que por favor suba al escenario a tocar su tema mas reconocido y exitoso Nace Una Sonrisa En Tu Amanecer se levanta y sube al escenario y antes de que fuera a tocar una voz dice con ese cuatro no amigo
 - ¿Robert? – dice Miguel sorprendido, sale detrás del escenario Robert con una ola de aplausos con un estuche viejo y con micrófono en mano le dice:
 – Siempre supe… que una noche así llegaría, vi a un joven en una tienda con un sueño escondido, le dije que me lo mostrara y aquí lo tienen después de tantos años, siempre lo guardé, aquí señores el viejo Cuatro de Miguel… felicidades amigo – Miguel se levanta de la silla que le habían colocado para su presentación y abraza con fuerza a Robert dándole las gracias por haberlo guardado y por tanto apoyo Miguel da unas palabras antes de iniciar su tema.
 – Gracias a todos por su apoyo, gracias Robert por creer en mí. Gracias Isa por estar ahí, mis hijos los amo, gracias, gracias a todos de nuevo por su apoyo, gracias a mi madre por haberme enseñado… ahora, antes de tocar este tema, quiero que suba una pequeña personita que conocí ayer, alguien que quieren aprender a tocar y sé que lo logrará, Carolina sube para acá- nuevamente los aplausos no se hicieron esperar. Carolina subió sola al escenario y sentada en otra silla que habían colocado rápidamente. Miguel comenzó a tocar su más reconocido tema con su Cuatro de siempre, aquel pedazo de madera que estuvo desde sus comienzos hasta su futuro hecho presente.
De vuelta en su casa se despide de sus hijos con un abrazo tremendo, también se despide de Carolina diciéndole que pronto empezarían a trabajar en las practicas, alentándola le decía lo mucho que podría lograr y que no dejara de soñar. Ya apunto de dormir le dice a Isabela lo bien que lo había pasado y lo bella que era.

 - antes, ahora y siempre serás mi Isa… te amo… gracias por todo – Isabela lo besa suavemente y le dice:

 – tú siempre serás mi sueño, un niño soñador, un joven soñador, mi viejo y siempre amor… te amo. - Miguel cierra sus ojos con una sonrisa. A la mañana siguiente abre los ojos… recoge sus Cuatros y algunas hamacas y se va a la plaza de la ciudad a trabajar, descansando debajo de la sombra de una palmera pasa un viejo amigo que vendía chicha en la ciudad.

 – ¡Epa, Miguel avíspate! te veo dormio’ ¿qué pasó? ¿no has vendido nada? acuérdate que si no pagas los meses atrasados te van a sacar del cuarto – Miguel, con la barba blanca y unas viejas cholas sucias le responde:

 – No… no es eso… es que anoche tuve el mejor sueño de mi vida…

Miguel “Dos Cuerdas”

Fin.





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